El año pasado, por diversos motivos profesionales, tuve que ir en unas cuantas ocasiones a la isla de Fuerteventura. Para mi, que soy una persona más bien de campo y montaña que de playa, iba con prejuicios sobre dicha isla y la idea común que la isla majorera (como se le llama a Fuerteventura) fuera solo playas, pues me hacía ir más por obligación que con ilusión.
Pero enseguida supe ver el lado “positivo” de la isla, un lugar que me maravilló por su tranquilidad, por su forma de vida, la nobleza de los canarios que a veces en las islas principales se ha perdido un poco, etc.