miércoles, 3 de noviembre de 2010

Haciendo un poco de memoria...

Me sorprende mucho como en los tiempos actuales pueda haber personas que se quieran aferrar tanto al poder. En las reglas de un sistema democrático, un consejo muy importante es oír la opinión del pueblo y si ese pueblo, ha perdido su confianza en el Presidente del Gobierno, la dignidad política y personal, debe hacer ver a éste reflexionar sobre si continuar en el poder o no.

A lo largo de nuestra reciente democracia, otros presidentes han sabido dar muestras de saber entender, oír y comprender al pueblo.



Como primera muestra, tenemos a Adolfo Suárez, que en su momento, supo ver como ya no tenía la confianza de los españoles y dimitió de su cargo como presidente, pasando la Presidencia del Gobierno a Leopoldo Calvo-Sotelo.

Otro caso, fue Felipe González, que viendo que su proyecto electoral del año 1986, se había cumplido prácticamente, pues decidió adelantar las elecciones al año 1989. Y sobre todo, cuando viendo los casos constantes de corrupción (caso Roldán, financiación ilegal del PSOE, etc.) y sabiendo en parte que una derrota era más que probable, decidió también adelantar las elecciones de la legislatura empezada en 1993 y cuyas elecciones generales, fueron adelantadas a 1996 y ganadas por la oposición, encabezada por José María Aznar.

Y finalmente, el caso de José María Aznar, que se puso como límite máximo de vigencia como Presidente del Gobierno, ocho años. Una regla muy utilizada por otros dignatarios y que según algunos estadistas, es un tiempo más que suficiente para no caer en la desidia y el “caparazón” del poder.

Ahora, nos encontramos en una etapa en la que el actual Presidente del Gobierno, no solamente no tiene la confianza del pueblo español sino que ni siquiera (según las últimas encuestas que han salido), tiene la confianza de los votantes socialistas. Y aquí, ya no debe prevalecer el interés personal y querer estar en el poder hasta el 2012 aún a costa de seguir incrementado la tasa de desempleo, pérdida del rumbo económico y cada vez, un peso menor en la esfera política internacional.

Un político que piensa en el progreso de su país, y en estas condiciones, hace tiempo que hubiera convocado elecciones y con todas las consecuencias posibles, porque de eso se trata el ser político, un hombre al servicio de la ciudadanía que cuando todo el mundo clama que lo hace mal, con dignidad deja el poder para que otras personas (de su partido o no) lo intenten hacer mejor.

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