jueves, 18 de agosto de 2011

Visita de Benedicto XVI a España

Con gran entusiasmo, un país como España, con la tradición cristiana que tiene, debería transcurrir la visita del Papa Benedicto XVI. Es sin duda, las Jornadas Mundiales de la Juventud, un acontecimiento que nos debe llenar de orgullo, tanto para sentir esa fe cristiana (para los creyentes) como para demostrar la capacidad de realización de grandes acontecimientos (para los no creyentes)

Ver esa juventud, con tanta alegría, con unos principios morales y éticos en un mundo cada vez más deteriorado y carente de una mínima conducta de civismo en la gran mayoría de los casos y haciendo a héroes a cualquier persona, nos hace ver que todavía existe una juventud comprometida con los problemas sociales que azotan a este mundo.




Pero, como por desgracia, vivimos en un país que cualquier cosa es mala, pues la visita del Papa no iba a ser menos y es precisamente lo que voy a comentar en esta entrada.

Con respecto a la manifestación laica ocurrida en la noche del miércoles 17 de agosto, poco se puede de esos que se propugnan como abanderados del progreso y libertad el laicismo del Estado. Ese afán de provocación y de búsqueda hacía el cristiano (que no se veía desde los tiempos de los romanos), ya dice mucho de este tipo de personajes, movidos muchos de ellos por el odio y el rencor, una cosa que a los cristianos, desde muy pequeños se nos dice que es maligno. La mínima condición de progreso indica el respeto hacia las otras tradiciones, creencias, cultura o religión y no lo han demostrado absolutamente nada. Si nadie le increpa por su condición de laico, ateo, agnóstico, etc. ¿con que legitimidad se pueden presentar para increpar a otras personas por su condición religiosa? También me llama la atención que muchos digan que con sus impuestos no quieren pagar dichas visitas. Para pagar impuestos, primero hay que trabajar de forma legal y en muchos de los manifestantes hemos visto que precisamente lo de los ingresos, y menos de forma legal, sea precisamente lo que más les caracterice.

Yo les recomiendo a muchos de los integrantes de la manifestación laica, que vayan como misioneros a África y ayuden en ese continente. También, aprovechando que hablamos de África, podríamos quitar ya esa leyenda que dice que en dicho continente, la Iglesia Católica tiene gran parte de la culpa de la propagación del SIDA y del exceso de natalidad por no permitir el uso de anticonceptivos. Pues solo decir, que la influencia de la Iglesia Católica en África es mínima, hay muy pocos países que lo tienen como religión principal y allí las principales religiones son el animismo, el Islam y en la zona de influencia inglesa, el anglicismo. Es como si dijéramos que como el hinduismo cree en la reencarnación, en Europa los que se suicidan lo hacen porque no se van a morir del todo.

Otra de las cuestiones que se plantea con la visita del Papa Benedicto XVI es el coste que ha tenido para las arcas públicas. Cualquier acontecimiento, por muy pequeño que sea, conlleva un gasto pero es que en esta ocasión ocurre justamente lo contrario, que el conjunto total va a generar un superávit y especialmente en el sector de la hostelería, tan mal hoy debido a la crisis que ha reducido el número de turistas y sobretodo, un repulsivo en la zona de la Puerta del Sol, que han visto muy mermadas sus ventas tras la “visita” de los indignados. También el que no le guste los deportes, podría quejarse porque se financie a Madrid para ser ciudad olímpica, que se financie el cine español con sus innumerables pérdidas o que el Ministerio de Cultura, sea de quien dependa esa llamada fiesta nacional, que es la tauromaquia.

También algunos se quejan del caso que la Iglesia haya ayudado a Somalia con 50.000 euros. Se podría comentar que Somalia vive una guerra civil entre clanes islámicos y que estos clanes probablemente no tengan una afinidad con los cristianos ¿por qué no se manifiestan por que los países árabes puedan ayudar más con las grandes riquezas que obtienen del petróleo?

Espero que el resto de los días, transcurra con normalidad, con alegría como lo están demostrando los jóvenes cristianos y respetando a los demás.

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